Por suerte, cada día son más las personalidades con gran repercusión mediática que hacen pública su experiencia con la terapia y asesoramiento psicológicos, y es más común el trabajo del psicólogo en el ámbito del deporte, de la empresa, de la educación y demás áreas en las que cumple funciones alejadas de estereotipos caducos. Gracias a esta publicidad y al desarrollo de la propia psicología como disciplina, que se ha orientado hacia modelos más humanistas o de tercera generación, la sociedad percibe al psicoterapeuta más como una persona abierta al diálogo que como un médico que trata enfermedades orgánicas. Esto hace justicia a su trabajo, ya que su labor se acerca más a la del biógrafo que estudia los meandros que ha seguido el recorrido vital del paciente, tratando de reconocer los condicionantes que han marcado su curso y los hábitos que se han adquirido y que conforman su identidad. No solo para identificar esos aspectos que puedan ser  fuentes del malestar, sino, sobre todo, para descubrir las motivaciones y fortalezas del cliente que lo ayudarán a orientarse hacia el bienestar.